¿Cómo las aficiones del futbol femenil en México motivan el cambio?

En cuanto tomas tu asiento en el Estadio Ciudad de los Deportes, los cantos de la “Barra Feminista”, un grupo de mujeres feministas aficionadas al futbol, que se hacen presentes en los partidos de la Liga BBVA MX par apoyar las jugadoras y visibilizarlas, se mezclan con los tambores de las porras del equipo local:

“¡Qué las vengan a ver, que las vengan a ver, esas son las mujeres que hacen el futbol que yo soñé!”

Este no es solo un grito de apoyo, es un llamado a la igualdad y al respeto por parte de la afición. Es un intento de mantener un entorno seguro que, incluso, celebra a las jugadoras más allá de la rivalidad violenta que ha caracterizado al futbol en México. 

El ambiente es animado. Las banderas con el escudo del equipo o con imágenes de las jugadoras se ondean con el propósito de alentarlas en la cancha. Hay decenas de familias reunidas que comparten  este espacio, independientemente de los colores que identifican a su equipo. Gran parte del ambiente que caracteriza a los eventos deportivos de esta índole provienen de las barras o porras de los equipos.  

En un esfuerzo por nivelar la cancha, los propios aficionados  buscan invitar a que cada vez sean más las personas que apoyan al futbol femenil. Areli, una de las encargadas de la Imparable (porra dedicada a apoyar al América femenil), cuenta cómo es que nace esta iniciativa:

“Surgió por amor al club y a los colores que tenemos. Queríamos que nuestro equipo femenil tuviera este apoyo, este soporte, así como en la rama varonil”.

Para las aficionadas como ella, el futbol no es solo un deporte, sino una expresión de resistencia que busca alzar la voz por la equidad en un ámbito dominado por hombres. 

 

En un país en el que era impensable hasta hace un par de años la profesionalización de las mujeres en el futbol, hoy se encuentra dentro de ls naciones que más lo consumen, en gran medida por la creación de la Liga BBVA MX Femenil: una liga en la que en sus inicios los asistentes eran principalmente las familias de las jugadoras. Esta ha incrementado su base de seguidores que se movilizan a lo largo del país para apoyar a sus equipos e incluso ha roto récords de asistencia. 

 

Para la final disputada entre América y Pachuca, que se llevó a cabo en mayo de 2023 en el Estadio Azteca, se registró una asistencia de más de 58 mil personas. El crecimiento del futbol no se limita a México, sino que a nivel global su  popularidad ha aumentado exponencialmente. El mundial de Australia-Nueva Zelanda marcó un hito con 17 millones de espectadores, mientras que eventos como la final de la UEFA Champions League, disputada entre el FC Barcelona y el Olympique de Lyon, tuvo una asistencia de más de 50 mil personas en el estadio de San Mamés.  Un impacto mundial de esta magnitud comienza a ocupar un lugar importante en el consumo deportivo. 

Sin embargo, no todo es positivo. Solo 10% de la cobertura deportiva mediática se enfoca en el deporte femenil y, de ese porcentaje, 70% se centra en la vida personal de las jugadoras, más que en sus logros y desarrollo deportivo. En este aspecto, los estereotipos de género y sobre el físico de las mujeres influyen en gran medida. Aquellas que son consideradas más atractivas tienen más foco en los medios de comunicación, pero a la par también son más propensas a recibir acoso en redes sociales. 

El problema no termina en el ámbito digital, trasciende a la cancha. 

Futbolistas como Jana Gutierrez, Sabrina Enciso, Renata Masciarelli, y Norma Palafox han alzado la voz para denunciar públicamente el trato inadecuado por algunos aficionados de los equipos que representan. Las agresiones van desde comentarios inapropiados en las porras hasta acoso. Uno de los ejemplos más mediáticos fue el de Scarlett Camberos, quien tuvo que irse del país debido al acoso por parte de un aficionado, tanto en sus redes sociales, como en su persona. Este sujeto también fue señalado por Sabrina Enciso y Jana Gutiérrez como responsable de acoso hacia ellas, evidenciando conductas  que afectan  a varias jugadoras. 

En respuesta ante estas situaciones, la Liga BBVA MX Femenil presentó el “Protocolo para prevenir y sancionar el acoso y hostigamiento sexual y otras formas de discriminación en el ámbito laboral y deportivo del futbol mexicano” el año pasado, con la finalidad de proteger a las futbolistas. No obstante, esto no ha sido suficiente.  Hace unos meses Lucía Yáñez, entonces jugadora del Club Puebla, denunció el acoso constante por parte de la afición, desde comentarios en el estadio y propaganda violenta, hasta amenazas en su domicilio. Esto la colocó en una situación de riesgo que, ante la nula atención por parte del club, la liga y las autoridades correspondientes, la llevó a tomar la decisión de abandonar México. 

Este tipo de agresiones dejan en evidencia la delgada línea y límite que existe entre la pasión por un equipo o el futbol y el ataque personal. La normalización de este tipo de comportamientos no solo amenaza la integridad física y emocional de las jugadoras, sino que también irrumpe en el desarrollo del deporte femenil en México que busca abrirse camino entre las brechas. 

El mundial varonil de Qatar 2022, reveló que la región de América Latina es de las más violentas en cuanto a la afición en el futbol y México se posiciona como un epicentro de este tipo de actos.

 

En el ambiente del fútbol femenil, aún no permea la violencia física en los estadios y los partidos, pues mantienen una tendencia a ser un espacio familiar. Pese a esto, las jugadoras, directivas y árbitras no están exentas de violencia verbal, ya sea por el papel que desempeñan en la cancha o por el acoso hacia su aspecto físico. 

El panorama para las futbolistas mexicanas no está cerca de ser el más equitativo, debido a las barreras estructurales que enfrentan como la diferencia de oportunidades de desarrollo, patrocinios y los sueldos desiguales con sus similares hombres. En la agenda aún está pendiente uno de los mayores desafíos en el fútbol femenil en México: garantizar que sus integrantes puedan desarrollarse en un ambiente seguro y libre de violencia.

A pesar de estas dificultades, el crecimiento del fútbol femenil es innegable y en esto la afición ha jugado un papel estelar. La pasión de las aficiones ha llevado a la creación de esfuerzos como la Barra Feminista, un grupo que busca transformar el estadio en un espacio seguro y convertirse en el “tercer componente” del juego, como ellas lo denominan. 

Pilar Tlatempa, una de las creadoras de la Barra, comenta cómo hacer de su afición un movimiento social:

“En todo momento queremos promover una visión del juego que no replique justo estas violencias. O sea, que ante todo es una competencia y un juego sano. Y es como regresar el poder a la afición de nuevo, de que nosotras también construimos el futbol que queremos. Eso también se replica mediante la forma en la que consumimos el futbol.”


Su presencia y la de otras barras con esta visión, no solo crea un ambiente efusivo, sino que también impulsa a un movimiento por la equidad y el respeto dentro y fuera de las canchas. Un cambio social es necesario para el desarrollo de las mujeres en el futbol mexicano.



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