Duelo de campeonas
Desde que se anunció la visita del Barcelona Femenil a México, la emoción de quienes amamos este deporte fue prácticamente indescriptible.
Y es que, a pesar de que sabemos que este tipo de giras tienen una lógica meramente comercial, la presencia del mejor club del planeta en nuestro país representa, entre otras cosas, un avance gigantesco para el deporte femenil en México.
La espera fue larga, ya que el mundial de Australia y Nueva Zelanda y la posterior coronación de España se robaron todos los reflectores. Además, cada éxito que cosechaba la selección española en la justa mundialista enviaba un mensaje de desánimo a la afición mexicana, puesto que eso significaba que la oportunidad de ver a las seleccionadas del club barcelonista se esfumaba con el paso de las eliminatorias.
El primero de los dos encuentros anunciados se llevó a cabo en el Estadio Azteca de la Ciudad de México. El rival fue nada más y nada menos que el actual campeón de nuestra liga: el Club América.
El escenario no podía ser mejor. La época del año amenazaba con una lluvia que muy probablemente hubiera afectado al espectáculo que la noche del martes 29 de agosto tuvo lugar en el césped de uno de los estadios con mayor historia en el mundo. Pero la magia de tener un partido de esta magnitud prevaleció y el clima fue más que perfecto para la práctica deportiva de alto nivel.
Desde temprano se vivía un ambiente de expectativa por ver jugar a Alexia Putellas, figura del equipo blaugrana y actual campeona del mundo con España. Pese a la importancia e influencia de Alexia en el futbol moderno, el plantel convocado por Jonatan Giráldez representaba una excelente oportunidad para el América de mostrarse ante un rival acostumbrado a jugar al más alto nivel posible.
La noche avanzaba y con ella los accesos comenzaban a poblarse de personas. El tráfico, siempre caótico de la Ciudad de México, anunciaba la celebración de un evento importante al sur de la capital del país. Playeras, bufandas, chamarras y demás elementos distintivos anunciaban la presencia del club catalán en suelo mexicano. Como ya es costumbre, las autoridades del siempre noble transporte público, hacían lo que podían con lo que tenían para movilizar a un grupo muy nutrido de aficionados que buscaban llegar al Coloso de la calzada de Tlalpan.
Las inmediaciones del Estadio Azteca se llenaban de a poco. No era un día más. La venta de playeras tenía el ambiente que siempre muestra cada que el Azteca recibe un partido de futbol, con la diferencia que ahora se mostraban playeras del Futbol Club Barcelona. El aire las movía de un lugar a otro y nos daba oportunidad de ver que en varias de ellas se encontraba estampado el mítico número 11 de Putellas.
Dentro del estadio el ambiente era una fiesta. El sonido local amenizaba con un poco de música el calentamiento de las jugadoras. El cielo se tornaba más oscuro con el pasar de los minutos, lo que significaba que el encuentro estaba a punto de comenzar.
El primer momento que hizo que el Azteca se cimbrara fue la pancarta de respaldo hacia Jenni Hermoso que sostuvieron ambos planteles en el medio campo; el mensaje hacía eco del grito de guerra de dicha campaña en favor de la jugadora de las Tuzas: Se acabó. Así de clara, así de contundente fue la muestra de apoyo por parte de todas las personas que nos encontrábamos en el estadio aquella noche.
Llegó el silbatazo inicial y con él toda la adrenalina se liberó; un partido amistoso que en todo momento hizo alusión a su nombre. A pesar de que el Barcelona, gracias a su conocido esquema táctico, siempre buscó una salida limpia desde que Paños tomaba el balón, el América pasó gran parte del primer tiempo en territorio rival. Si bien el peligro siempre fue latente, ni Sarah Luebbert, ni Kiana Palacios, ni Katty Martínez, ni Natalia Mauleón (que fue la mejor del equipo azulcrema) lograron reflejar en el marcador el dominio que tuvo su equipo.
Todo parecía indicar que, si el América no era capaz de abrir el marcador, la igualdad se mantendría hasta el medio tiempo. Pero tan sólo un par de minutos antes del descanso llegó la anotación blaugrana por medio de Claudia Pina, cuya jugada individual culminó con un remate pegado al poste izquierdo de Itzel González, quien previamente había atajado de forma majestuosa un remate de Asisat Oshoala en el minuto 16.
El medio tiempo contó con un espectáculo de fuegos artificiales que bailaron al ritmo de Firework de Katy Perry. El cielo se iluminaba con cada destello que nacía de una de las bandas del césped del Azteca. La mesa estaba puesta para el momento que toda la afición esperaba: la entrada al terreno de juego de Alexia Putellas.
Debo aceptar que durante gran parte del segundo tiempo, mis ojos se enfocaron en la banda derecha (viendo la cancha desde la perspectiva del arco americanista) y sus alrededores. ¿La razón? Alexia Putellas salió a calentar a los pocos minutos de haber iniciado la segunda parte; evidentemente el partido seguía siendo lo más atractivo de la noche, pero también estoy cierto que la sola presencia de “The Best” en la cancha transmitía una vibra indescriptible.
Corría el minuto 65 y el júbilo de la afición no podía significar otra cosa. El sonido local anunció la entrada al campo de Alexia. El sentimiento a flor de piel, la algarabía de todas y todos, la emoción de tener ante nuestros ojos a una de las personalidades más importantes del deporte hoy en día… fue simple y sencillamente un acontecimiento que rebasa mi capacidad para poder expresarlo en palabras. Y sí, mi piel se erizó delatando el grado de emoción que invadía mi ser.
La también capitana del cuadro catalán enseguida le cambió la cara a su equipo, que a partir de ese momento tomó las riendas del encuentro y se dedicó a pasear el balón para cansar a su rival. Cabe mencionar que, para esos momentos, América ya había cambiado prácticamente a todo su equipo, por lo que el dominio azulgrana se hizo cada vez mayor.
Cada que Alexia tocaba el balón, el Azteca se rendía ante el talento de la española. A pesar de que la naturaleza del partido no le exigió demasiado, siempre dio cátedra de su enorme talento y capacidad para encontrar líneas de pase en cualquier sector del terreno de juego.
El partido cerró con un disparo desde fuera del área por parte de Judit Pujols. Sin duda un golazo que representó un cierre inmejorable para una historia perfecta.
Al final, y al tratarse de un encuentro auspiciado por una institución privada, la premiación se acercó más a una situación obligada, que a una ceremonia de carácter deportivo. No obstante, y a pesar de lo anterior, el partido nos regaló más aspectos positivos que negativos y pone en evidencia el enorme crecimiento que ha tenido nuestra liga; siempre con la humildad de saber que aún hay mucho camino por recorrer, pero que el terreno ganado es y será fundamental para el futuro del deporte femenil en nuestro país.