El fin no justifica los medios
El evento deportivo más importante del año para el futbol femenil está a tan sólo unos meses de distancia y la emoción crece con el paso de los días. Los equipos comienzan a entrar en la etapa final de su preparación y con ello se viene un momento importante en las carreras de las futbolistas que serán convocadas para participar en el torneo mundialista que dará inicio en julio de este año.
Y es que un torneo de tal magnitud no puede pasar desapercibido por prácticamente nadie. La organización, las participantes, la afición, medios de comunicación y patrocinadores trabajan a marchas forzadas para asegurar que el evento se lleve a cabo sin ningún inconveniente y sea un éxito para todas y todos, dependiendo, claro está, del significado que se le dé a la palabra éxito.
Sin embargo, todo el romanticismo que se vive alrededor de una copa del mundo se resquebraja gracias a las instituciones que se encargan de la organización y logística de la misma. En este sentido, el órgano rector del futbol a nivel mundial es un actor que ha ganado terreno en el ámbito de la corrupción y la politización del deporte a causa de intereses económicos y de carácter geopolítico. Está de más hacer notar que la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) está compuesta por seres humanos y por tal motivo es una organización falible, cuyas acciones tienen impacto en otros rubros que están completamente alejados de la práctica deportiva y que día tras día suman a la crisis institucional del órgano en comento.
En esta ocasión, y para desgracia de todas y todos los que amamos este deporte, la FIFA nuevamente ha tomado una decisión que representa un golpe durísimo para los derechos humanos y la lucha en contra de la discriminación, valores que el futbol supuestamente se ha prometido defender por encima de cualquier situación. La presencia de capital proveniente de Arabia Saudita en la organización del próximo mundial a jugarse en Australia y Nueva Zelanda significa que la campaña de impulso al turismo enfocada en dicho país estará presente en básicamente todos los escenarios que estén relacionados (o no) con la copa mundial.
Tal y como lo menciona Minky Worden, Directora de Iniciativas Globales de la Organización No Gubernamental Human Rights Watch, hasta antes de 2018, las mujeres saudís no contaban con permiso para practicar deportes a niveles formativos, ni mucho menos acceder a eventos deportivos de carácter masivo. Afortunadamente el tiempo ha jugado a su favor y la lucha de las activistas ha alcanzado triunfos que anteriormente eran inimaginables, por ejemplo, el de conducir un auto particular o viajar al extranjero sin el consentimiento expreso de un hombre.
No obstante, el camino por recorrer aún es largo, ya que actualmente se siguen observando diversos tipos de violaciones a derechos humanos, sobre todo de las activistas que siguen demandando un contexto más seguro e igualitario para las mujeres de aquel país.
Entre los temas que el gobierno de Arabia Saudita también se ha encargado de reprimir es el de los derechos de la comunidad LGBTQ+, cuyos abusos se cuentan por miles y a diario. En virtud de lo anterior, estamos frente a un tópico bastante delicado, sobre todo hablando de futbol femenil, esto debido a que un gran número de futbolistas han mostrado su apoyo incondicional a esta lucha y constantemente levantan la voz para obtener mayor visibilidad y respeto en torno a esta coyuntura.
El objetivo de estas líneas no es cuestionar la soberanía de un país (con el cual por cierto no muestro ningún tipo de afinidad en términos sociales), por el contrario, la crítica está enfocada en su totalidad en la FIFA y la forma en cómo opera para obtener beneficios propios y limpiar la imagen de un ente externo, en este caso el del Reino de Arabia Saudita. Es aquí donde recogemos el concepto de Sportswashing y el riesgo que éste representa para las y los atletas quienes únicamente son vistas y vistos como la materia prima para limpiar la reputación de una organización o Estado.
Si bien el término Sportswashing no nació en años recientes, sí ha ganado popularidad entre la población y el despertar que se ha observado en términos del cuestionamiento en la organización de eventos deportivos para opacar problemáticas sociales y mostrar un falso compromiso con la sociedad.
Me permito hacer énfasis en lo que peligroso que este fenómeno representa para las mujeres y para la sociedad en general, ya que si la FIFA mantiene esta tendencia de atraer actores políticos con profundas crisis en cuanto a la promoción y protección de los derechos de las personas, los estadios se convertirán (aún más) en circos de lavado de dinero y el deporte cada vez irá perdiendo protagonismo a velocidades incalculables.
Para finalizar con esta reflexión, no faltarán las personas que hagan alusión a la declaración simplista de que lo que hace falta en el deporte femenil es inversión, no importando de dónde provenga; sin embargo, este argumento pierde valor al señalar que la FIFA, al aceptar el patrocinio de un gobierno como el de Arabia Saudita, está de acuerdo con su ideología sexual y de género. Expandiendo aún más el señalamiento anterior, podemos imaginar un hipotético escenario en donde la organización de un mundial o un torneo avalado por la FIFA esté auspiciada por una organización criminal cuya forma de operar esté justificada por la inyección de recursos a un evento que fomenta la práctica de un deporte que tiene como objetivo elevar la calidad de vida de la humanidad ¿Llegará el día en que eso suceda? Yo, tristemente, no lo veo tan lejano.