El estadio: Templo sagrado del fútbol

Una de las características que hace al futbol un deporte amado por casi todos los seres humanos, es la facilidad con la que se puede organizar un partido entre dos o más personas. Así sea en la calle, en la playa o en cualquier superficie que permita desplazarse de un lugar a otro, la práctica del futbol se puede llevar a cabo con la misma pasión e intensidad que los propios futbolistas profesionales.

Ni siquiera la pelota debe cumplir con requisitos específicos para ser utilizada como un balón. Incluso las porterías pueden ser construidas con el material más próximo a nuestras manos; y en este sentido, cabe señalar que la altura de éstas muchas veces es producto de la imaginación de los participantes.    

La democratización de este deporte ha hecho que, diariamente, una enorme cantidad de niñas y niños de todo el mundo esperen ansiosamente la llegada del receso para tomar una botella vacía, colocar dos mochilas como porterías y comenzar a jugar eso que tanto los hace felices: futbol. 

A pesar de que la pelota nunca discrimina y es capaz rodar sobre prácticamente cualquier superficie, no cabe duda de que el césped de un estadio es su mejor aliado. El césped es esa alfombra de terciopelo que hace que la esférica se sienta cómoda con cada giro y recorra gustosa cada rincón de la cancha. Cada pase, cada disparo y cada amague, se transforma en caricia gracias a la perfecta comunión que existe entre el balón y el pasto de un estadio. 

Al hablar de un estadio de futbol, no podemos olvidar la enorme cantidad historias que se esconden entre sus pasillos. De la misma forma, los sonidos que guardan las paredes de un recinto deportivo representan un elemento fundamental para las y los jugadores. Son sólo algunas y algunos los afortunados que han pisado una cancha profesional y que son capaces de describir los tambores, los gritos y los cánticos que se escuchan dentro de un estadio, incluso estando vacío. 

Foto: SNM

Cada persona que sueña con jugar futbol, se ha visto pateando un balón dentro de un estadio, con las gradas llenas de gente y con la pasión que sólo este deporte es capaz de contagiar. Sin embargo, tristemente nos hemos encontrado con que este tipo de sueños se ven truncados, gracias a las decisiones que toman los dueños del negocio. Aquellos que no comprenden que la naturaleza del deporte va más mucho más allá de la cantidad de dinero que pueden sumar a sus cuentas.

El próximo 27 y 30 de noviembre, la Selección Mexicana Femenil recibirá la visita del que actualmente es el mejor equipo del mundo: la Selección Canadiense. Probablemente nos encontremos con la polémica sobre la ambigüedad que representa ser el mejor del planeta, pero los resultados son claros y las canadienses fueron las que levantaron el último título oficial que disputó a nivel mundial (JJ.OO. de Tokio 2020).

Foto: Canada Soccer

La decisión de enfrentar a un equipo de ese calibre es sin duda plausible; lo que sigue generando muchos cuestionamientos es la forma en que se organizan este tipo de encuentros. Pareciera que no es suficiente enfrentarte con el mejor equipo del orbe, como para jugar en una cancha como la del Estadio Azteca o en algún otro recinto que tenga la misma relevancia histórica. 

El problema es que no se trata sólo de un caso aislado y tampoco es necesario irse tan lejos para visibilizar esta problemática. En la liguilla próxima a disputarse, nos encontramos con partidos programados para las 12 del día y con una cancha de entrenamiento (sí, hay que llamarla por su nombre) que servirá de recinto para albergar un partido de cuartos de final.


La calendarización de la Liga BBVA MX Femenil, así como la elección de los estadios en donde se juegan los partidos, es un problema estructural y que debe traerse a la mesa para su análisis inmediato. En este punto, no vale la pena encontrar responsables (porque ya los conocemos), por el contrario, hay que encontrar soluciones que partan desde el entendimiento de que el futbol femenil es una profesión y que su crecimiento dependerá, entre otras cosas, de que su práctica se dignifique a través de la equidad salarial y de la oportunidad de jugarse en estadios de futbol profesional.


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