#FútbolSinViolencia

México es un país rico en cultura, en historia y en biodiversidad. El destino le otorgó el privilegio de tener paisajes bellísimos y de todo tipo. El término “megadiverso” ha sido acuñado a nuestro país, debido a que, junto con Brasil, Colombia, China e Indonesia, abarca el 10% de la superficie terrestre y es hogar del 70% de la biodiversidad planetaria.

La sangre latinoamericana que corre por las venas de sus habitantes se refleja en una calidez humana que ha sido y es reconocida en cualquier parte del mundo. El mexicano se sabe querido y trata de devolver todo ese cariño cada que le es posible.

Desafortunadamente, y a pesar de todos los calificativos que le podemos otorgar, México sufre de un problema estructural que ha estado presenta durante toda su historia: la impunidad.

Por supuesto que éste no es el espacio para analizar las causas y/o consecuencias de la impunidad. Existe un gran número de trabajos que explican la complejidad y el impacto que dicho fenómeno representa para la sociedad mexicana (y latinoamericana en general). No obstante, de alguna u otra forma el futbol también sufre el impacto de una problemática tan profunda como ésta.

La violencia se ha relacionado con el futbol de tal forma, que hoy en día se ha normalizado y, en algunas ocasiones, hasta aplaudido. Todas y todos los actores que tienen participación (sin importar el nivel) en este deporte, hemos sido culpables, en cierto sentido, de que algunas conductas sean vistas como parte de la esencia misma del futbol, lo que ha dado como resultado que dichas conductas se sigan perpetuando por mucho tiempo. 

En este sentido, las palabras de Eva Espejo retoman una relevancia incalculable, ya que el hecho de haber levantado la voz en contra de su compañero de profesión, Craig Harrington, y acusarlo de faltarle al respeto a sus dirigidas, representa un acto valiente y, por encima de todo, un paso importante en busca de la erradicación de la violencia en los estadios de futbol. 

El tema ha sido abordado desde muchas aristas, pero la que debería preocuparnos es aquella que le da tintes de superficialidad; dicho argumento es el más peligroso porque se olvida que el fenómeno de la violencia se contagia con suma facilidad y está demostrado que si un incidente nace en la “intimidad” del terreno de juego, tiene altas posibilidades de transmitirse hacia las tribunas, resultando en catástrofes que se han cobrado las vidas de cientos de personas.

Por otro lado, otro argumento que debemos desmentir es aquel busca desacreditar el pronunciamiento de Espejo, a través de una falsa defensa del debido proceso o de la presunción de inocencia. En este punto me gustaría aclarar que siempre he mostrado mi respecto hacia el derecho y sus elementos; pero lo anterior es muy distinto a lo que algunas personas han tratado de hacer: una campaña para revictimizar a las jugadoras de Rayadas.

Aunado a lo anterior, al sector de la afición que cuestiona las palabras de Eva Espejo, se le está olvidando que esa severidad que están mostrando se ha cobrado la vida de miles de mujeres en México. Usted se preguntará cómo, y la respuesta es muy sencilla: dándole la espalda a los reclamos de una mujer, exigiéndole veracidad a sus palabras y (de nuevo) hacerla pasar por el proceso de trauma.

Ante este panorama por demás oscuro, encontramos agradables excepciones que comprenden perfectamente el contexto en el que vivimos y que han emprendido innumerables acciones para hacer que el incidente de Craig Harrington marque un precedente en la historia del futbol en nuestro país. Un ejemplo de lo anterior es la Barra Feminista, que se ha encargado de llevar a las tribunas pasión, alegría y entrega, todo esto desde una perspectiva de respeto a sus equipos favoritos y, sobre todo, hacia las y los rivales.  

Por ahora, la tarea que tenemos todas y todos es tomar el ejemplo de las y los colegas que fueron partícipes del foro “#FutbolSinViolencia” organizado en Twitter y levantar la voz en contra de cualquier muestra de violencia (por mínima que sea) que se presente en el deporte. Sobra decir que en este caso sí valdría la pena homologar los discursos que vienen desde las ramas varonil y femenil, los cuales tienen objetivos distintos por naturaleza, pero comparten la búsqueda de una disciplina deportiva que fomente la unión y el respeto entre la raza humana.


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