La grandeza se mide en símbolos

Desde el nacimiento del ser humano como especie, la idea de cuantificar las cosas se ha convertido en una necesidad. Todo, absolutamente todo lo que nos rodea puede ser susceptible a ser contabilizado y la historia misma nos ha enseñado que dicha necesidad ha sido trasladada a todos los ámbitos de nuestras vidas.

Establecer jerarquías, a partir de otorgarle un valor a las cosas, ha sido una labor que ha ayudado a nuestra especie a crear civilizaciones y lograr desarrollarlas hasta convertirlas en lo que hoy en día conocemos como sociedades modernas.

La complejidad de las relaciones entre seres humanos, le ha otorgado tal importancia al deporte (en especial al fútbol), que nos hemos visto en la necesidad de establecer lineamientos lo suficientemente claros, como para poder discernir entre las entidades más superiores y aquellas que no logran la trascendencia para generar atracción y/o reconocimiento.

Hablar del Club América sin duda significa referirse a uno de los equipos con mayor arrastre e historia en todo el fútbol mexicano. Al día de hoy, las vitrinas de Coapa poseen 13 títulos y 1 más conseguido por el equipo femenil, lo que los convierte también en el equipo más ganador de este país. 

Sin poner en tela de juicio su capacidad ganadora y su relevancia a nivela nacional e internacional, la “grandeza” de un equipo aún sigue siendo uno de los temas pendientes por esclarecer. 

Foto: Club América

Foto: Club América

El mayor problema surge cuando tratamos de buscar una definición de “grandeza”, ya que no existen los parámetros adecuados para poder dictaminar la grandeza de un club o, en su defecto, la ausencia de la misma. Lo anterior nos ha llevado a tener un debate interminable acerca de si existen o no equipos grandes, el cual se encuentra plagado de argumentos faltos de objetividad y que poseen un sustento muy fácil de refutar.

En virtud de lo anterior, la historia, la tradición, el impacto mediático y los ingresos económicos, representan elementos que siempre aparecen sobre la mesa en los debates sobre equipos grandes. No obstante, de la misma forma en que la sociedad ha buscado formas de encontrar representación política y cultural, las instituciones a su vez han legitimado su relevancia a través de los símbolos. 

Los símbolos reflejan la identidad de una institución y envían mensajes claros sobre sus creencias e ideologías. Cuando la simbología se interpone con tus valores, entonces vienen las críticas en cuanto a la congruencia y con ellas, los cuestionamientos en relación a la forma en cómo eres concebido por los demás.

Recientemente, la directiva del Club América ha tomado una decisión que, más allá de pisotear los valores que el mismo equipo se ha encargado de defender a lo largo de su historia, simbólicamente tiene una carga considerable de mensajes que atentan en contra de una realidad que azota al país desde hace ya varios años: la violencia en contra de las mujeres.

Foto: Club América

Foto: Club América

Renato Ibarra regresará a las filas del equipo, luego de haber enfrentado cargos penales por violencia familiar. El desenlace del caso ya todos lo conocemos y hoy en día Ibarra tendrá otra oportunidad en el equipo en donde fue campeón en 2018.

Después de platicar con mi querido amigo Miguel Pulido (reconocido abogado, periodista y apasionado por el activismo), un punto que habrá que dejar en claro, es que no todos los casos de violencia familiar y de género constituyen necesariamente tentativas de asesinato y/o feminicidios. Por lo tanto, es un hecho que no fue de eso de lo que formalmente lo acusaron. De lo contrario, simplemente no habría podido negociar. 

Lo anterior no puede pasarse por alto, ya que no se trata de negarle el derecho a un futbolista de ejercer su profesión; por el contrario, es la institución la que le está dando la espalda a su historia, sus valores y a su afición. 

Foto: Miguel Sierra / EFE

Foto: Miguel Sierra / EFE

El ejemplo de Renato Ibarra no es un caso aislado; la misma designación del actual técnico del equipo femenil, Craig Harrington, hizo mucho ruido entre los medios de comuniación y gran parte de la afición. Esto debido a que el entrenador tuvo acusaciones sobre abuso verbal y comentarios inapropiados de naturaleza sexual, durante su labor como Director Técnico en el Utah Royals.

Las acusaciones en comento fueron retomadas por los rotativos The Salt Lake Tribune y The Athletic, quienes se encargaron de difundir la situación que vivió Harrington en su última experiencia profesional. 

Nuevamente, los símbolos detrás de la presentación de Harrington representan una clara falta de apoyo al equipo femenil, quienes parecen desprovistas de apoyo y empatía por parte de su propio club. 

Tristemente, hay personas que trivializan la problemática, enfocando su atención en la idea de que, si el personaje ya alcanzó el perdón, entonces ahí se termina la conversación. Hay quienes incluso se mantienen firmes en el entendido de que ese tipo de problemáticas ni siquiera deberían tener nuestra atención, haciendo alusión a que en el deporte lo que realmente tiene valor, es lo que sucede dentro del terreno de juego.

Seguramente usted se preguntará por qué es tan importante este último elemento y la respuesta es muy sencilla: en la vida hay que tener una postura ante cualquier tema, de lo contrario estamos navegando en el río de las conveniencias, lo que nos hace actuar en función a los intereses individuales y nos convierte en seres peligrosamente moldeables.

Este texto no pretende juzgar el trabajo de nuestro sistema penal (el cual de por sí es víctima de un Estado inexistente), por el contrario, únicamente tiene la finalidad de sacudir las ideas que tenemos y sobre las cuales hemos normalizado la violencia en este país, y lo que es aún peor, la hemos aceptado.

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