Linda Caicedo y la belleza del regate
Un mundial de futbol es como una caja repleta de sorpresas: no importa cómo ni cuándo, pero eventualmente tendremos ante nuestros ojos un suceso que nos dejará con la boca abierta o que quizá quede grabado en los anales de la historia del deporte.
La Copa del Mundo que actualmente se desarrolla en tierras australianas y neozelandesas nos está regalando historias maravillosas. Y es que un evento de esta magnitud no sólo resulta atractivo por el espectáculo que sucede dentro de la cancha, lo cual, para ser honestos, ya es bastante; sino que también nos hace ser testigos de episodios que trascienden la historia que se escribe en cada partido.
El episodio que hoy nos reúne comienza un 22 de febrero de 2005 en Candelaria, una de las poblaciones más antiguas del Valle del Cauca, en Colombia. Fue ahí donde nació Linda Caicedo, actual delantera de la selección colombiana de futbol.
Desde muy joven se dio cuenta que la cancha era su lugar favorito, siendo el barrio el primer escenario de su enorme talento. Aún siendo una niña, el sueño que tanto anheló se convirtió en realidad, pues a la edad de 14 años incursionó en el profesionalismo con el América de Cali, club que la debutó y con el cual tuvo un vínculo tan sólo de un año; el Deportivo Cali fue su siguiente reto y gracias a sus destacadas actuaciones logró vestir la playera de su selección (en efecto, ella tenía únicamente 15 años, sí, 15 años).
Sin embargo, la vida le tenía preparado un escenario complicado de afrontar. En metáfora futbolística, quizá se trataba de un partido que no ganaría tan sólo con sus capacidades técnicas y tácticas, sino de un sinfín de factores que estaban fuera de sus manos.
El partido que estaba a punto de jugar la enfrentaba con un rival que ha tomado la vida de miles y miles de personas: el cáncer. Bajo la premisa de “se puede salir de eso, superarlo. Yo soy un ejemplo”, Caicedo se sometió a una cirugía en 2020; sin embargo, y para su mala fortuna, tan sólo unos días después de haberse sometido a su cirugía, llegó la pandemia de COVID-19 y así fue declarada paciente de alto riesgo.
Pero sus sueños eran más grandes que sus dolencias, por lo que, tras seis semanas de quimioterapias, comenzó con su preparación para regresar a su lugar favorito: las canchas. Fue así como en octubre de ese mismo año volvió a vestir la camiseta del Deportivo Cali; pasaron pocos días para que anotara su primer gol y a la postre también alcanzó los cuartos de final en el torneo local.
Esta situación era conocida únicamente por el círculo cercano de la jugadora, fue hasta hace muy poco decidió hacerla pública; incluso también se confirmó la versión de que Caicedo jugó los primeros meses aún con secuelas de las quimioterapias, haciendo todavía más complicada la práctica deportiva.
A partir de ese momento, su vida cambió por completo. En 2021 fue pieza clave para el campeonato que obtuvo su equipo y también marcó el mejor registro goleador de su escuadra durante la Copa Libertadores de ese mismo año; un año más tarde, en 2022, fue proclamada como la mejor jugadora de la Copa América. Gracias a sus destacadas actuaciones, en febrero de 2023 el Real Madrid la fichó con miras a convertirla en un pilar de su proyecto deportivo a futuro.
Llegó el verano de 2023 y era momento de demostrar su valía en el máximo escenario del futbol mundial a nivel de selecciones. En el papel, Alemania lucía como el rival a vencer del grupo H, por lo que el primer partido era crucial para aspirar a clasificar a la ronda de octavos de final.
El rival fue Corea del Sur y, como todo debut mundialista, los primeros minutos estuvieron repletos de tensión y dominio compartido. Pero un penal al minuto 30 le dio la ventaja a las colombianas; a partir de ese momento el trámite del partido favoreció a las sudamericanas y tan sólo ocho minutos después del primer gol, apareció la magia de Caicedo.
Corría el minuto 38 y Linda Caicedo tomó el balón en el sector izquierdo del campo, avanzó en diagonal hacia el área rival, se quitó rivales de encima y definió con un tiro al arco que, vale la pena decirlo, se le escurrió de las manos a la portera Yoon Young-Geul. La secuencia de la jugada es maravillosa, pues gracias a una conducción magistral, la pelota parecía amarrada a la parte externa de su pie derecho, haciendo imposible la reacción de las defensoras que hacían su recorrido en dirección a su propia puerta.
El partido terminó 2-0 en favor de las colombianas, lo que las ponía en una posición muy favorable de cara a la siguiente ronda. El obstáculo que se interponía entre ellas y los octavos de final tenía nombre: Alemania. El panorama lucía complicado ante una de las selecciones con mayor tradición ganadora del mundo.
Al igual que el primer partido, la primera mitad también se fue sin goles. Pero Caicedo tenía otros planes. Moría el minuto 51 y la camiseta 18 tomó un rebote dentro del área. Fue su pie derecho el encargado de dominar el efecto de la pelota para facilitar el enfrentamiento contra una doble marca que se le acercó enseguida; al percatarse de ello, Caicedo bajó su centro de gravedad para luego regalarnos uno de los regates más bellos que hayamos visto durante esta primera fase del mundial. Por si fuera poco, después del exquisito gesto técnico, la culminación de la jugada llegó con un golpeo de pierna derecha que colocó el balón en la esquina superior izquierda de la portería.
El final del partido estuvo a la altura de lo que se jugaban ambas escuadras; el descuento de las alemanas llegó en el minuto 90 y la ventaja colombiana en el 96, respectivamente. Gracias a este marcador, y a pesar de la derrota sufrida ante Marruecos, las cafetaleras se instalaron en la siguiente ronda donde enfrentarán a una de las revelaciones de CONCACAF: Jamaica.
Como podemos ver, Caicedo es un ejemplo de resiliencia y compromiso con el deporte que más ama. Pero así como ésta, estoy seguro que la Copa del Mundo nos tiene guardadas más anécdotas que se quedarán tatuadas en nuestras memorias.
Porque el deporte es eso, querida y querido lector, un cúmulo de situaciones impredecibles, las cuales se traducen en emociones inexplicables y que a su vez justifican nuestra existencia.