Karina Rodríguez: Orgullo
Por: Karen Flores, Naim Gallegos, Brenda Möller
Karina Rodríguez nació en 1999 en Torrance, California a tan solo media hora de Los Ángeles. Desde temprana edad practicó fútbol, pues su padre empezó a entrenarla a los 4 años junto a su hermana en el patio trasero de la casa. La posición de defensa le vino natural y compartir este deporte con su hermana Anika, también seleccionada nacional, le ayudó a mejorar en todos los aspectos. Enfrentarla desde niña y tener que mejorar para detenerla, ayudó a que Karina se convirtiera en una de las mejores defensas del fútbol universitario en Estados Unidos. Tener una hermana deportista la empujó a ponerse metas cada vez más ambiciosas dentro y fuera de la cancha.
Aunque al inicio se frustraba si perdía frente a su hermana, Karina no perdía la calma. A los 7 años fue capitana de un equipo femenil en donde todas las jugadoras eran dos años mayores que ella y nunca se achicó. Parte de su personalidad en el campo se la debe a su padre, quién le decía que no se diera por vencida, que no se conformara con menos y que diera siempre lo mejor.
Esto le trajo buenos resultados y obtuvo una beca para estudiar en UCLA (Universidad de California en Los Angeles) donde formó parte del equipo de fútbol registrando 85 partidos, arrancando en 82 como titular. Su trabajo en la defensa y la versatilidad para jugar como central, lateral o mediocampista, le hizo ganarse un lugar y estar siempre lista para lo que su equipo necesitara. Fue pretendida por equipos de la NWSL antes de que fuera elegible para el Draft, pero decidió completar su educación universitaria para poder dar el salto. El Washington Spirit la fichó por un año en junio de 2021, con opción a extender su estancia en el equipo por un año adicional.
Rodríguez fue parte de los procesos de selecciones menores con Estados Unidos, desde Sub 15 hasta Sub 20, pero en 2021 decidió cambiar de Federación y fue convocada por primera vez a Selección Mayor para los partidos amistosos frente a Costa Rica, debutando oficialmente el 23 de febrero en el partido que disputaron en las instalaciones del CAR.
“Cuando te pones el uniforme y ves el escudo de México, estás representando a muchas personas. Es un sentimiento diferente cuando saltas a la cancha.”
Su camino no ha sido nada fácil, pero siempre ha contado con su hermana Anika para poder enfrentarse al día a día y seguir mejorando como futbolista. Fue Anika la que estableció objetivos que, sin saberlo, terminaron por guiarla. Convocatorias a Selección Mayor, obtener una beca, jugar en la NWSL, son sólo algunas de las cosas que Anika fue consiguiendo y trazaron la línea para que Karina quisiera hacerlo también.
Muchos años han pasado desde que su padre, Rafel Rodríguez, decidiera comenzar a entrenarlas en aquel patio trasero, pero el vínculo con su hermana es más fuerte que nunca. Han compartido escuelas, dormitorios y canchas. Pasaron de tener duelos entre hermanas en un patio, a jugar en la Selección Mexicana. Hoy están viviendo el sueño de jugar una clasificación mundialista y la única forma correcta de hacerlo es como siempre lo desearon y trabajaron: JUNTAS.