Recuerdos, hazañas y la importancia del reconocimiento

La memoria del ser humano es corta y tiende a olvidarse rápidamente de los momentos que nos definen y que nos han moldeado a través de los años para convertirnos en lo que somos hoy en día.

Con el paso de los días vamos dejando en el camino recuerdos de personas y acontecimientos que en el futuro formarán parte del álbum de recuerdos que conforma nuestro imaginario colectivo. El problema aparece cuando no somos capaces de recoger dichos recuerdos y dejamos que se pierdan en la inmensidad de nuestra existencia.

La importancia del reconocimiento es fundamental para que la labor de ciertas personas trascienda y se le otorgue su justo valor a través de los años; con ello también evitamos que la sociedad camine sobre un terreno inestable y carente de memorias y recuerdos.

Las razones por las cuales las personas trascienden, en su mayoría son fáciles de identificar. No obstante, cuando nos enfrentamos a la falta de claridad en cuanto a las acciones o méritos que convierten a una persona común en una que sobresale por encima del promedio, comienza el debate sobre el merecimiento o no de los galardones (ya sea físicos o intangibles) que otorga la sociedad.

Uno de los debates más grandes que rodea al ámbito deportivo es que en muchas ocasiones el juicio de una o varias personas es el encargado de definir a las o los vencedores. Si bien existen disciplinas en donde la apreciación no tiene lugar, existen otras tantas en donde ésta es determinante.

Este fenómeno hace mucho más ruido cuando se otorgan reconocimientos que premian categorías imposible de cuantificar. La tecnología ha facilitado el registro de estadísticas que hoy en día es muy común estudiar y reconocer; goles, asistencias, robos, incidencia en el juego, son tan sólo algunas de las situaciones de juego que nos permiten centrar nuestra atención en aquellas y aquellos jugadores que poseen el título de figuras.

Pero, ¿qué pasa cuando nuestra intención es reconocer a la o el mejor en algo que no es cuantificable? Olvidemos por un segundo el tema deportivo y tratemos de pensar en la excelencia absoluta. Resulta prácticamente imposible saber quién es mejor en algo, sino se tienen parámetros debidamente establecidos.

La Liga BBVA MX Femenil (y el deporte en general) comete un grave error al galardonar a la mejor jugadora y a la mejor Directora o Director Técnico. Debido a la complejidad y del tema, y con miras a evitar ser redundante, en las siguientes líneas centraremos nuestra atención en la segunda categoría.

Presentadores anunciando el premio al Director o Directora Técnica del año

Fotografía: @LigaBBVAFemenil

Milagros Martínez, ahora Directora Técnica de Tigres Femenil, fue reconocida como la mejor estratega durante el curso 2022-2023. Sobra decir que la explosión mediática se dio de inmediato y la conversación creció como la espuma.

Martínez superó a Ángel Villacampa, quien coronó un año futbolístico de la mejor manera posible, pues levantó el título con América Femenil tras haber perdido la final jugada tan sólo seis meses atrás. No cabe duda que el técnico español está acostumbrado a tocar la gloria y seguramente no será la primera vez que las águilas, gracias a una excelente gestión por parte de Claudia Carrión, estén peleando por el título del al liga.

Aunado a lo anterior, Villacampa también tuvo el mejor promedio en partidos ganados (17), partidos perdidos (2) y una efectividad que roza en la perfección (80%). En este sentido, la gestión del técnico americanista será recordada como una de las más sobresalientes en la historia de la liga.

Frente a esos números, Milagros Martínez no tendría argumentos para competir con su contraparte. Sin embargo, la misma naturaleza del premio le otorga a Martínez la validación que sus números no fueron capaces de respaldar. Se preguntará usted, querida y querido lector, ¿cuál es esa naturaleza a la que hago referencia? La respuesta es sencilla y, si ha llegado hasta aquí, ya la leyó algunas líneas arriba: la falta de claridad en el concepto de la o el “mejor”.

Esta dicotomía le otorga aún más argumentos a Martínez para ser considerada como la mejor Directora Técnica, ya que si comparamos instituciones, planteles, y presupuesto, la campaña de las Bravas de Juárez hizo que se ganaran el respeto de rivales, medios de comunicación y afición.

Milagros Martínez recibiendo el Balón de Oro

@LigaBBVAFemenil

La defensa fue ganando solidez con el paso de los partidos y terminó con la nada despreciable cantidad de 19 goles en contra. Si hablamos de la línea defensiva, el trabajo táctico de Martínez ayudó a sus laterales a contribuir de forma importante en la construcción de jugadas ofensivas; la constante llegada de Singano y Gutiérrez se alternaba con pasadas y diagonales de Hernández, Zuazua, Casarez y Delgadillo.

En la culminación de jugadas, el papel de Casarez y Delgadillo, sumadas a la contundencia de Seoposenwe, resultó fundamental para que en varias fases del torneo el futbol que desarrolló el equipo fuera considerado como uno de los más vistosos de todo el certamen. Y si bien el desenlace para las Bravalácticas no fue el mejor, no podemos negar que en algún momento fueron consideradas el equipo sensación.

El debate aquí es si tiene más peso ganar un título con un plantel armado para ello (con toda la responsabilidad y la presión que esto representa) o si tiene más valor trabajar y sobresalir con un equipo con menores recursos humanos y económicos.

Personalmente creo que el desempeño de Martínez fue lo suficientemente bueno como para ser reconocida como la mejor en su rubro. De la misma forma, estoy cierto que si Ángel Villacampa hubiese ganado el premio era el indicado, puesto que supo llegar a un entorno nuevo, conectar de buena forma con sus jugadoras, levantarlas anímicamente después de perder una final, sobreponerse a situaciones extra cancha durante el más reciente torneo y jugar con inteligencia la liguilla ante rivales de gran envergadura como Tigres y Pachuca.

A manera de cierre, quisiera confesar que yo hago caso omiso a este tipo de ceremonias y/o rankings cuya decisión está sujeta a la percepción del ser humano. La razón es que simplemente no me gusta ser parte de un circo que las y los directivos crean para mantenernos al pendiente de su negocio. Yo, en cambio, prefiero disfrutar del desempeño de atletas y estrategas y rendirme ante sus hazañas, ya que éstas son las historias que vale la pena atesorar y transmitir de generación en generación.


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