Scarlett Camberos y la inconcebible pérdida de la tranquilidad
El ser humano ha sido testigo de un sinfín de acontecimientos históricos que se han encargado de confirmar lo que la ciencia ha estudiado a lo largo de los años: la violencia es un fenómeno inherente a nuestra especie.
Ahora bien, el hecho de que la sociedad y la violencia tengan una relación casi simbiótica, no quiere decir que su uso sea justificado, ya que es de suma importancia recordar que sólo los Estados tienen la facultad de utilizar la fuerza de forma legítima con el único objetivo de hacer cumplir las leyes que emanan de sus marcos normativos, incluyendo el respeto a los derechos humanos y el goce de una vida sin violencia dentro de su territorio.
Sobra decir que la violencia posee dos características que complejizan su estudio: es capaz de hacerse presente en diversos aspectos de la vida de las personas y al mismo tiempo evoluciona de la mano con las tecnologías que van apareciendo con el paso de las décadas. En virtud de lo anterior, el resultado de cualquier acto de violencia es la segregación, degradación y ruptura del tejido social, creando heridas en las víctimas que son muy difíciles de sanar.
Es en este punto en donde el género cruza el factor violencia y el resultado es un tema mucho más complicado de comprender y atacar. Y es que la heteronorma dicta que las mujeres, si quieren incursionar en ámbitos históricamente dominados por hombres, deben ganar terreno no importando las consecuencias que esto conlleve, por lo que se ven obligadas a tener la piel gruesa para enfrentarse a escenarios adversos, incluidas las innumerables muestras de misoginia y violencia de las que son víctimas a diario.
El caso de Scarlett Camberos es un ejemplo más de que el acoso borra a las mujeres de sus contextos y las coloca en un grado de vulnerabilidad que en muchos casos atenta contra su vida. La cronología del caso en comento se ha venido desarrollando desde hace varios meses y al parecer aún estamos lejos de ver el desenlace del mismo; si bien la salida oficial de Camberos del Club América se da el 21 de marzo de 2023, esto únicamente abre el debate sobre las medidas que se deben tomar para evitar que la violencia de género siga impactando en la vida de miles de mujeres alrededor del mundo.
La responsabilidad no recae en una persona o institución, ya que el círculo vicioso lo componen la sociedad y las autoridades tanto deportivas como de procuración de justicia. En primer lugar, la sociedad tiene un papel preponderante en esta dinámica debido a que la educación no está enfocada a erradicar la misoginia, por el contrario, en muchas ocasiones se ha observado que la réplica e incentiva su perpetuidad.
En el ámbito legal, simple y sencillamente no existen las herramientas para combatir el acoso cibernético (tal es el caso de Camberos y de muchas otras futbolistas), de hecho, ésta es tan sólo una de las tantas problemáticas que presenta el sistema de justicia mexicano. Y es que más allá de establecer herramientas punitivas, lo que se necesitan son protocolos para reparar el daño, los cuales no siempre deben tener como objetivo la cárcel, ya que más allá de que es falsa la idea de que enviar a un delincuente a la cárcel representa un triunfo para la sociedad en su búsqueda de limpiar el tejido social, la impartición de justicia está íntimamente ligada a la construcción de capacidades de investigación, las cuales no se están llevando a cabo de forma correcta o sencillamente no están existiendo debido a la incapacidad institucional del Estado mexicano.
En virtud de lo anterior, las autoridades tienen la obligación de hacer que las víctimas elijan la forma de proceder ante este tipo de situaciones sin ser revictimizadas, siempre garantizando un acompañamiento óptimo durante todo el proceso.
Por otro lado, el ámbito social es el que más preocupa a razón de que se ha encargado de normalizar la violencia, a tal grado de que para muchas personas es común que la mujer sea víctima de comentarios incómodos o incluso de violencias de carácter físico. Como muestra de ello, tan sólo le invito (o no) querida y querido lector a revisar las reacciones que el caso de Scarlett Camberos ha generado entre cierto sector de la afición, cuya característica principal es la revictimización y los ataques constantes hacia la decisión de la jugadora de terminar su relación de trabajo con el equipo de Coapa.
Ante esta situación, lo deportivo queda desplazado a un segundo término y la razón es sencilla: el bienestar de Scarlett Camberos es un elemento no negociable, por lo que celebro que haya levantado la voz y haya decidido abandonar el país con miras a desarrollarse en un ambiente más seguro para ella y su familia.
Por su parte, tanto el Club América como la Liga BBVA MX Femenil deberán asumir su responsabilidad en el asunto y encontrar mejores formas de reaccionar ante un suceso de tal magnitud. Es una pena que las instituciones involucradas en el tema hayan optado por una estrategia reactiva, en lugar de tomar una postura mucho más confrontativa para atacar el problema desde que se comenzó a gestar.
Honestamente yo esperaba un mejor manejo de la situación, sobre todo conociendo la capacidad que tienen Mariana Gutiérrez (Directora de la Liga BBVA MX Femenil) o Claudia Carrión (Directora Deportiva del Club América), quienes se han caracterizado por comandar la lucha feminista en el ámbito deportivo y que han influido a miles de niñas y adolescentes a lo largo de sus carreras.
Es una tristeza que los equipos se olviden que su obligación principal es hacer todo lo posible por proteger a las jugadoras para evitar que estas situaciones sigan presentándose. En este sentido, la relación laboral jugadora-institución deberá trascender el terreno de juego con el objetivo de hacer que el desarrollo de las futbolistas no sólo se dé a nivel técnico/táctico sino también a nivel emocional.
El presente texto no desea hacer un análisis sociológico sobre la violencia, ni pretende hacer mella de una situación que de por sí es sumamente complicada para la jugadora. Lo que estas humildes líneas pretenden es invitar a reflexionar sobre la calidad de educación que le estamos dando a nuestra niñez, ya que, si bien el Estado mexicano (incluido el deporte) tienen una deuda histórica con las mujeres, es responsabilidad de todas y todos incentivar el apoyo y respeto hacia dicho sector de la población, el cual ha sido duramente castigado por el sólo hecho de existir y querer gozar de los mismos derechos que su símil masculino.