Cada día una nueva oportunidad
El día de ayer la Selección Mexicana dirigida por Mónica Vergara comenzó su participación en el torneo CONCACAF W 2022. Indudablemente el debut no fue el más afortunado para las futbolistas mexicanas, ya que se sufrió la primera derrota del certamen y ante un rival que no estaba presupuestado para representar una gran preocupación para todas y todos los que formamos parte directa o indirectamente del entorno futbolístico femenil en México.
En el futbol y en la vida misma la derrota tiene muchísimas aristas. Caer en el lugar común de que Vergara mandó una alineación experimental y que por lo tanto no hubo coordinación dentro del terreno de juego y así es como la ilusión del mundial se esfuma, sería regresar a un punto del cual este espacio ha tratado de alejarse cada que se ha presentado la oportunidad.
Por favor hagamos un esfuerzo y tratemos de entender que el futbol es un concepto bastante complejo y que la consecución de sus objetivos requiere un número muy amplio de factores que hay que desglosar para evitar un análisis llano y sin sustancia. En primer lugar hay que fincarle cierta responsabilidad a la dirección técnica; desde luego que lo último que quiero decir es que la estratega es una improvisada, una total analfabeta futbolística (si es que vale la pena la expresión) o que incluso estamos frente a una persona irresponsable que no estudió a sus rivales de forma adecuada. Este tipo de expresiones y algunas otras más, inundaron las redes sociales inmediatamente después de que se dio el silbatazo final del encuentro.
La crítica debe centrarse en los nombres que utilizó para afrontar el encuentro. Quizá ella estaba convencida de que sus titulares eran las mejores para dicho encuentro, pero con el paso de los minutos era evidente el desconcierto de ciertas futbolistas. Nombres como el de Alvarado (que después pudo reivindicarse), Montero y Ordoñez aparecen en la lista de las jugadoras que ofrecieron un nivel muy por debajo del que habían mostrado incluso en partidos con la misma Selección Nacional.
La reacción desde la banca tampoco fue la más deseada, puesto que la incertidumbre y el nerviosismo se sentían a kilómetros; es decir, la confianza de revertir el marcador (a través de decisiones estudiadas) se veía cada vez más lejos.
El segundo plano de análisis debe ser el del papel que desempeñaron las jugadoras. En líneas anteriores se hizo mención sobre algunas futbolistas que estuvieron lejos de su mejor versión, pero eso no quiere decir que las demás hayan tenido un accionar sobresaliente; por el contrario, la gran mayoría parecía que no estaban conscientes de lo que se jugaban, ya que hay recordar que un torneo así de fugaz te permite un margen de error muy reducido, es por eso que desconcierta que la actuación del grueso de las jugadoras haya sido de mediano a mediocre.
Ojo, el término mediocre para nada está siendo utilizado como un insulto, al contrario, su nivel fue mediocre simple y sencillamente porque está siendo comparado con su desempeño habitual, el cual es sobresaliente (y estoy cierto que ellas mismas lo saben). Lo anterior explica muy bien el contraste acerca de lo que vimos el día de ayer en el Volcán y lo que observamos cada días en la liga doméstica o en el extranjero, según sea el caso.
Si nos enfocamos en la exhibición que vimos en este partido, no encuentro otra explicación más que una evidente ansiedad derivada del gol que se recibió en los primeros minutos. A partir de ese momento, los cables de las jugadoras hicieron un corto circuito y no hubo forma de volverlos a conectar. Salvo algunas excepciones, el entorno se llenó de malas decisiones y por poco se recibe otro gol, el cual hubiera tenido un mayor impacto en las aspiraciones de trascender en el torneo.
Como factor final, pero no menos importante, me gustaría resaltar la poca respuesta que hubo por parte de una de las mejores aficiones de este país: la regia. Para nadie es sorpresa que el torneo se llevó a Nuevo León justo como un premio al enorme compromiso que las y los aficionados de dicha entidad han mostrado con el futbol femenil. Lo anterior se reafirma semana a semana tanto en el BBVA, como en el Universitario, así como en las cifras históricas de taquilla que ha habido en las múltiples finales regias que se han jugado a lo largo de los años.
Las expectativas eran muy altas por el tipo de torneo y las selecciones que iban a formar parte del mismo. No obstante, las gradas vacías fueron las protagonistas de esta jornada inaugural. Y uniendo esta idea con la de la ansiedad y la falta de cobijo por parte de la dirección técnica, el papel de la afición resulta fundamental para otorgarle confianza y aliento a un equipo que esté pasando por un lapso de confusión y desconfianza.
La pregunta que ahora debemos hacernos es: ¿Ahora qué sigue? Y la respuesta es bien sencilla: Primeramente resaltar la entrada de Ovalle y Montoya que enseguida comprendieron que había que cambiar el tenor del encuentro. Ambas (en la mayoría de las veces) pidieron el balón y trataron de llevar a su rival hasta la línea de fondo, para después buscar opciones tanto por dentro como por fuera. La presencia de estas jugadoras se notó de inmediato y, a pesar de que la desesperación no ayudó en los minutos finales, es importante reconocer la labor de quienes intentaron alejarse del ritmo del partido.
Ahora bien, enfoquemos nuestros esfuerzos en comprender que este tipo de torneos son totalmente efímeros, lo que hace que el tiempo sea muy valioso y la reparación del daño (sobre todo emocional) sea algo fundamental. Vergara no deberá imprimir demasiada energía en responsabilizar a nadie, más bien tendrá que concentrarse en estudiar los cambios que hará para el siguiente encuentro y en impregnar en las cabezas de sus futbolistas el pensamiento de que cada partido es distinto y que siempre habrá una nueva oportunidad para buscar la trascendencia.